Amid the sultry August heat, Karla García journeyed back and forth across the US-Mexico border, a pilgrimage that is not at all uncommon for those who live on the borderlands. But on this occasion, she was installing her latest binational exhibition, a site-specific installation which stretched along the border wall separating the sister cities of El Paso, Texas, and Juarez, Chihuahua, Mexico.
An alchemist at her craft, García’s material of choice is raw terracotta clay. With bare hands, she molds, pinches, and guides the clay to its next form: sculptures of cactus. These cacti sculptures were then carefully placed among the indigenous flora of the desert terrain, paying homage to the cultural history of the land and the people who inhabited it.
The 30-foot-tall border wall physically draws a harsh line through the sublime Chihuahuan Desert, cutting through a sensitive and biodiverse ecosystem. Even so, the land remains whole, just as it always was. García tenderly underlines this unity by using her sculptures to connect the seemingly divided spaces.
Without their protective spines, the cacti are left hollow and exposed—but perhaps that embodies the very nature of ephemeral art. As weeks turn into months, the faux cacti morph into their environment. And as each indentation in the clay captures the shape of García’s palms and fingertips she, too, becomes part of the desert landscape for that brief, transient moment.
Shot in El Paso, Texas and Juarez, Mexico. Photo: Alejandro Bringas
TRADUCCIÓN DE GUSTAVO CARVAJAL:
Un guía de museo del Nasher contempla La Línea Imaginaria de Karla García
En el calor sofocante de agosto, Karla García realizó el viaje de ida y vuelta a través de la frontera entre México y los Estados Unidos, un peregrinaje que no resulta nada extraño para quienes habitan la zona de frontera. Sin embargo, en esta ocasión, se encontraba allí instalando su más reciente exhibición binacional, una instalación específica para el sitio, la cual se extiende a lo largo del muro fronterizo que separa las ciudades hermanas del Paso, Texas y Ciudad Juárez en Chihuahua, México.
Una alquimista en su oficio, García ha escogido arcilla de terracota cruda como su material de trabajo. Con sus propias manos ella moldea, pellizca y guía la arcilla hasta que alcanza su nueva forma: el cactus. Estas esculturas de cactus fueron cuidadosamente colocadas entre la flora nativa del terreno desértico, rindiendo homenaje a la historia cultural de la tierra y las personas que la habitaron.
El muro de treinta pies de alto que divide la frontera, traza una severa línea física a lo largo del sublime desierto de Chihuahua, cortando en medio de un ecosistema sensible y biodiverso. A pesar de ello la tierra se mantiene unida, como siempre lo ha estado. García resalta con afecto esta unidad utilizando sus esculturas para conectar los dos espacios aparentemente divididos.
Desprovistos de sus espinas protectoras, los cactus son dejados allí, huecos y expuestos, acaso encarnando la naturaleza misma del arte efímero. En cuanto las semanas se convierten en meses, los
cactus artificiales se mezclan con el ambiente y se incorporan a él. Y dado que cada hendidura en la arcilla captura la forma de las palmas y las yemas de los dedos de García, ella también se vuelve parte del paisaje desértico durante ese momento breve y pasajero.